VI Domingo Del Tiempo Ordinario Ciclo - B
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Lectionary: 77
Primera Lectura
Lectura del libro del Levítico
(13,1-2.44-46):
El Señor dijo a Moisés y a, Aarón: “Cuando alguno
tenga en su carne una o varias manchas escamosas o una mancha blanca y
brillante, síntomas de la lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón o ante
cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un leproso, y el sacerdote lo
declarará impuro.
El que haya sido declarado enfermo de lepra, traerá la
ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando:
‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!’ Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y
vivirá solo, fuera del campamento”.
Palabra De Dios
Salmo Responsorial
Salmo 31, 1-2. 5. 11
R.
(1a) Perdona, Señor, nuestras pecados.
Dichoso
aquel que ha sido absuelto
de su culpa a su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño. R.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Ante
el Señor reconocí mi culpa,
no oculté mi pecado.
Te confesé, Señor, mu gran delito
y tú me has perdonado. R.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Alégrense con el Señor y regocíjense
los justos todos,
y todos los hombres de corazón sincero
canten de gozo.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios (10,31–11,1):
Hermanos: Todo lo que hagan ustedes, sea comer, o
beber, o cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios. No den motivo
de escándalo ni a los judíos, ni a los paganos, ni a la comunidad cristiana.
Por mi parte, yo procuro dar gusto a todos en todo, sin buscar mi propio
interés, sino el de los demás, para que se salven. Sean, pues, imitadores míos,
como yo lo soy de Cristo.
Palabra De Dios
Aclamación antes del Evangelio
Lc 7, 16
R. Aleluya, aleluya.
Un
gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
R. Aleluya.
Evangelio
Lectura del santo evangelio segun san
Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para
suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de
él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!”
Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo
cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece
por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho,
que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba
fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Palabra Del Señor,
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